EL MAYORISTA DE
SUEÑOS
Él caminaba sobrecogido por tanta suciedad en las calles.
Torres de hormigón,
asfalto negro, alquitrán, semáforos, vidrieras con luces
de neón… No entendía que había sucedido…
A lo lejos, un viejo árbol
teñido de hollín, tosía sin parar… Se acerco, lo abrazo
y susurrando le dijo al oído
¿Qué sucede querido
árbol?, ¿Qué está pasando? ¿Y todos los tuyos?...
Se los llevaron –respondió el árbol acongojado y
enfermo-
De a uno, se fueron
transformando en fogata, muebles, palos de teléfono,
durmientes y vaya a saber cuantas otras cosas más…
hoy visten a millones de
casas, solo que están muertos… y el resto, simplemente
no soportaron, se asfixiaron y murieron…
solo voy quedando yo por
estos lugares, pero… me queda poco… mis ramas están
vencidas, ya no puedo soportar mi cuerpo.
Mi savia, mi savia está
casi detenida, ya es demasiado para mi, no puedo más
amigo, y mira que soporté y soporté.
Lo hacía por ellos porque
sabía de su necesidad de oxígeno.
Pero nunca se dieron
cuenta que debían cuidarme, hablarme, sanarme, regarme y
no solo con agua…
con el amor que se riega
una vida, que sostiene a otras vidas.
Pero aquí estoy amigo,
cuando me dejaste, cuando recién salía y luchaba por
sostenerme en la tierra,
guardaba la ilusión de
saber que iba a sostener una parte vital de la vida de
ellos…
Al principio todo era
alegría, los niños se trepaban en mí y sentía como con
sus manos me acariciaban.
Sus gritos, sonrisas y
juegos me daban fuerzas para sostener esta vida tan
bella…
Pero ahora, nada de eso
sucede, no hay niños felices, no se adonde están
y solo siento el bramar de
autos, camiones que van dejando su veneno…
Ya se olvidaron de los árboles.
Ya nadie sabe que somos
capaces de cambiar el rumbo de quien me susurre un
pedido.
Algunos conocían este
secreto y decidían acercarse y hablar con nosotros.
Sus deseos eran
cuidadosamente captados por cada palmo de madera.
Las plegarias desplegaban
una amplia verborragia. Estaban los necesitados de amor
que clamaban una oportunidad en la vida.
Los que entristecidos
rogaban por un trabajo digno. Llegaban artistas que
imploraban por algo de inspiración.
Recuerdo aquella mujer que
por consejo de una sabia anciana, le recomendó que
llegara con su pedido a mis pies.
Mira mujer- decía la anciana- La magia ancestral de la
vida, dio a los árboles el secreto para realizar los
deseos.
Sus raíces entran
profundo al espíritu de la tierra, y sus ramas y hojas
visitan el cielo.
Son el puente entre las
dos divinidades de la madre tierra y el padre cielo.
Son quienes pueden
llevar el encanto de la plegaria, y peticionar ante
ellos,
para que todos quienes
dejen sus pedidos, deseos o reclamos, sean concedidos.
Aquella mujer, solo
tenía el anhelo de fertilidad.
Sus ruegos fueron
escuchados y al poco tiempo,
ya nos había olvidado
para dedicarse al cuidado de su fruto más preciado.
Pero no solo regalábamos a quienes venían en busca de
una realización.
Muchos, buscaban algo de
sombra y sin querer, comenzaban a hablar,
como si el designio les
hubiera hecho perder toda esperanza…
“Solo quería terminar esa
carrera, necesitaba esa beca pero no fue…” – decía un
joven casi vencido-
Nunca se enteró que
intercedimos. Sin embargo estoy seguro que de saberlo,
de entender que fuimos nosotros,
no me encontraría tan solo
aquí… a mi alrededor habría un inmenso bosque, deseoso
de tener a miles rogando por sus sueños.
Pero hoy, ya no hay sueños, se dispersaron las
esperanzas, no hay ruegos de los lastimados del amor
suplicando un perdón,
una vida feliz, un
matrimonio digno o vaya a saber que… Ya nos olvidaron
amigos, no saben lo que somos capaces de dar.
Tampoco saben que nuestra
savia se nutre de esos pedidos, de las vibraciones de
sus voces y de sus sueños.
Nunca olvidaré aquel joven que llegó y abrazó a un amigo
vecino. Era un
gran árbol, de madera fuerte y robusta.
El muchacho simplemente lo
abrazó largo rato mientras agradecía lo mucho que hacía
por él.
“Por favor querido árbol,
toma mi agradecimiento en nombre de toda la raza humana
que sostienes en la tierra.
Gracias por el oxigeno,
por los frutos, tu dulzura y tu amor.
Por tus dones de
realizador, por alimentar los ríos, por sostener los
nidos, por dejarnos ser…
Gracias por todo eso, y por
mucho más que no enuncio por respeto al cielo y a la
tierra, porque
hay secretos, que no deben ser develados.”
En mis ruegos, que llegan al cielo, pido con todas las
fuerzas de mi corazón,
para ti, mi gran amigo, que
puedas poblar nuevamente esta maravillosa tierra.
Y que tu espíritu noble,
vuelva a ser nuestro paraíso.
Que así sea…
Alejandro Romero